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«El obispo debe servir, no dominar»


El Papa consagra a dos obispos en San Pedro
EL PAPA CONSAGRA A DOS OBISPOS EN SAN PEDRO

Las primeras ordenaciones episcopales de Francisco: su “ghost writer” Giampiero Gloder, presidente de la escuela que forma a los diplomáticos, y el nuevo Nuncio en Ghana, Jean-Marie Speich: «Nunca hagan esperar a un sacerdote en audiencia»

ANDREA TORNIELLICIUDAD DEL VATICANO



«Reflejen que han sido elegidos para servir, no para dominar... Nunca hagan esperar a un presbítero en audiencia». Son las palabras que el Papa dirigió esta tarde en San Pedro a los primeros dos obispos que ordenó personalmente: el nuevo presidente de la Academia Eclesiástica (la escuela de los nuncios), Giampiero Gloder, y el francés Jean-Marie Speich, nuevo nuncio apostólico en Ghana. Gloder, hasta ahora, se ha ocupado de la redacción de los discursos papales: durante el rito, después de haberles puesto el anillo episcopal, Francisco dejó a un lado el micrófono y le dedicó algunas palabras casi al oído.


Antes del largo y sugerente rito de ordenación, en el que participaron numerosos cardenales y obispos, entre los que había dos Secretarios de Estado eméritos (Angelo Sodano y Tarcisio Bertone), el Papa pronunció una breve homilía, en la que explicó que ser obispo no debe ser considerado un honor, sino un servicio, y que el pastor debe ser hombre de oración.


«El spiscopado –subrayó Francisco– es un don de servicio, no es un honor, y al obispo compete más el servicio que el dominio, según el mandamiento del Maestro, “que quien sea mayor entre ustedes, se vuelva como el más pequeño, como aquel que sirve”». «Siempre en servicio, siempre en servicio», subrayó.


«Recuerden aquel primer conflicto en la Iglesia de Jerusalén –añadió el Papa–, cuando los obispos tenían demasiado trabajo y decidieron nombrar a los diáconos para tener tiempo para rezar y predicar la Palabra: un obispo que no reza –dijo elevando la voz– es un obispo a medio camino, y, si no reza al Señor, acaba en la mundanidad».


Otro aspecto sobre el que insistió Francisco fue «el amor del obispo»: «amen, amen con amor de padre y de hermanos –exhortó Bergoglio– a todos los que Dios les confía, sobre todo amen a los presbíteros y a los diáconos, son sus colaboradores, son los más próximos del prójimo para ustedes. Nunca hagan esperar a un presbítero en audiencia –aconsejó–, respondan inmediatamente, estén cerca, cerca de ellos». Como bien se sabe, Bergoglio en Buenos Aires creó una línea de teléfono directa para que sus sacerdotes pudieran llamarlo, hablarle en cualquier momento y concretar encuentros.


Pero el Papa también pidió a los dos nuevos obispos que estén cerca de «los pobres, los indefensos y cuantos necesitan acogida y ayuda». Además invocó la atención hacia los fieles como colaboradores del compromiso apostólico y «atención a todos los que no pertenecen al único rebaño de Cristo».


Una vez más, como hizo cuando pronunció el discurso a los obispos italianos y en el que dedicó a los nuncios apostólicos en junio, Francisco trazó el perfil del obispo alejado absolutamente del perfil del “príncipe” que vive casi aislado y del “manager”.


Jean-Marie Speich, del clero de la diócesis de Estrasburgo (Francia) y de 1955, en servicio en la Secretaría de Estado, fue elegido arzobispo titular de Sulci y fue nombrado nuncio apostólico en Ghana el 17 de agosto. En cambio, Giampiero Gloder, del clero de la diócesis de Padua (Italia) y de 1958, fue elegido arzobispo titular de Telde y fue nombrado nuncio apostólico y presidente de la Pontificia Academia Eclesiástica el 21 de septiembre. Ocupa el puesto que dejó libre mons. Beniamino Stella, que el Papa promovió a Prefecto de la Congregación para el Clero.



Estimadas y estimados:

CHS Alternativo, a través del documental MASAS, busca hacer visible ante la sociedad y el Estado este problema, la situación de cientos de víctimas de trata de personas, especialmente las provenientes de las comunidades indígenas andinas y amazónicas, que no figuran en las investigaciones policiales ni en la memoria de la sociedad y para las que el Estado no ha elaborado aún una respuesta integral.

Por este motivo, compartimos con ustedes el link de MASAS


         Dar click: Documental de masas




Mensaje del Papa Francisco por la beatificación del Cura Brochero


Que finalmente el Cura Brochero esté entre los beatos es una alegría y una bendición muy grande para los argentinos y devotos de este pastor con olor a oveja, que se hizo pobre entre los pobres, que luchó siempre por estar bien cerca de Dios y de la gente, que hizo y continúa haciendo tanto bien como caricia de Dios a nuestro pueblo sufrido.

Me hace bien imaginar hoy a Brochero párroco en su mula malacara, recorriendo los largos caminos áridos y desolados de los 200 kilómetros cuadrados de su parroquia, buscando casa por casa a los bisabuelos y tatarabuelos de ustedes, para preguntarles si necesitaban algo y para invitarlos a hacer los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. Conoció todos los rincones de su parroquia. No se quedó en la sacristía a peinar ovejas.

El Cura Brochero era una visita del mismo Jesús a cada familia. Él llevaba la imagen de la Virgen, el libro de oraciones con la Palabra de Dios, las cosas para celebrar la Misa diaria. Lo invitaban con mate, charlaban y Brochero les hablaba de un modo que todos lo entendían porque le salía del corazón, de la fe y el amor que él tenía a Jesús.

José Gabriel Brochero centró su acción pastoral en la oración. Apenas llegó a su parroquia, comenzó a llevar a hombres y mujeres a Córdoba para hacer los ejercicios espirituales con los padres jesuitas. ¡Con cuánto sacrificio cruzaban primero las Sierras Grandes, nevadas en invierno, para rezar en Córdoba capital! Después, ¡cuánto trabajo para hacer la Santa Casa de Ejercicios en la sede parroquial!

Allí, la oración larga ante el crucifijo para conocer, sentir y gustar el amor tan grande del corazón de Jesús, y todo culminaba con el perdón de Dios en la confesión, con un sacerdote lleno de caridad y misericordia. ¡Muchísima misericordia!

Este coraje apostólico de Brochero lleno de celo misionero, esta valentía de su corazón compasivo como el de Jesús que lo hacía decir: «¡Guay de que el diablo me robe un alma!», lo movió a conquistar también para Dios a personas de mala vida y paisanos difíciles. Se cuentan por miles los hombres y mujeres que, con el trabajo sacerdotal de Brochero, dejaron el vicio y las peleas.

Todos recibían los sacramentos durante los ejercicios espirituales y, con ellos, la fuerza y la luz de la fe para ser buenos hijos de Dios, buenos hermanos, buenos padres y madres de familia, en una gran comunidad de amigos comprometidos con el bien de todos, que se respetaban y ayudaban unos a otros.

En una beatificación es muy importante su actualidad pastoral. El Cura Brochero tiene la actualidad del Evangelio, es un pionero en salir a las periferias geográficas y existenciales para llevar a todos el amor, la misericordia de Dios. No se quedó en el despacho parroquial, se desgastó sobre la mula y acabó enfermando de lepra, a fuerza de salir a buscar a la gente, como un sacerdote callejero de la fe.

Esto es lo que Jesús quiere hoy, discípulos misioneros, ¡callejeros de la fe!

Brochero era un hombre normal, frágil, como cualquiera de nosotros, pero conoció el amor de Jesús, se dejó trabajar el corazón por la misericordia de Dios. Supo salir de la cueva del «yo-me-mi-conmigo-para mí» del egoísmo mezquino que todos tenemos, venciéndose a sí mismo, superando con la ayuda de Dios esas fuerzas interiores de las que el demonio se vale para encadenarnos a la comodidad, a buscar pasarla bien en el momento, a sacarle el cuerpo al trabajo.

Brochero escuchó el llamado de Dios y eligió el sacrificio de trabajar por su Reino, por el bien común que la enorme dignidad de cada persona se merece como hijo de Dios, y fue fiel hasta el final: continuaba rezando y celebrando la misa incluso ciego y leproso.

Dejemos que el Cura Brochero entre hoy, con mula y todo, en la casa de nuestro corazón y nos invite a la oración, al encuentro con Jesús, que nos libera de ataduras para salir a la calle a buscar al hermano, a tocar la carne de Cristo en el que sufre y necesita el amor de Dios. Solo así gustaremos la alegría que experimentó el Cura Brochero, anticipo de la felicidad de la que goza ahora como beato en el cielo.

Pido al Señor les conceda esta gracia, los bendiga y ruego a la Virgen Santa que los cuide”.

+ SSPP Francisco



La vida del Cura Brochero

Acercándonos a la beatificación de José Gabriel Brochero el "Cura gaucho" les dejamos un poco de su vida...

 Su trayectoria de intensísimos setenta y cuatro años se enmarca entre marzo de 1840 y enero de 1914. Brochero fue exclusivamente un apóstol, un ardiente evangelizador de los pobres, que hubiera mandado al diablo sus instrumentos de apostolado, sus caminos, sus ferrocarriles, sus escuelas y hasta la célebre mula en que anduvo miles de leguas por las abruptas serranías, en cuanto hubiera advertido que eso no servía a su único propósito: ganar almas para Dios.

A los 16 años entra en el seminario de Córdoba. Para las materias de filosofía y teología asiste a la universidad, donde comparte los claustros con muchachos con los cuales traba profunda amistad. Varios de ellos en el futuro tendrán una actuación pública destacada en el país como Miguel Juárez Celman y Figueroa Alcorta, presidentes de la nación, Ramón Cárcano, dos veces gobernador de Córdoba y otros. La mayoría de ellos descendía de familias de abolengo y disponía de recursos mientras que José Gabriel venía de un pueblo apartado y vivía con estrechez, pero su aplicación al estudio, su amor al orden le granje6 la estimación de profesores y condiscípulos. En este período también colabora como doctrinero en predicar los Ejercicios Espirituales de San Ignacio y por sus notables condiciones sabe meterse en el alma criolla con eficacia.


Después de una tanda de Ejercicios, recibe el 4 de noviembre de 1866 el orden del presbiterado en la capital mediterránea. Su celo apostólico se manifestó en la epidemia de cólera que asoló la ciudad desde 1867 hasta 1869 y mientras otros huían frente al terrible morbo, él se dedica al servicio de la humanidad doliente, corriendo de enfermo en enfermo, ofreciendo a los moribundos religioso consuelo. Cuando la epidemia ha cedido en 1869 Brochero es nombrado cura de San Alberto y allí quedará hasta la muerte. El curato se halla del otro lado de las Sierras Grandes; Brochero tiene que atravesar alturas de 2000 metros y más de la Pampa de Achala. Para llegar a destino es preciso hacerlo a lomo de mula pues no existen caminos. En tres días, con la guía de un baquiano, alcanza el oeste cordobés semi salvaje y casi todo apartado de la vida religiosa.

En seguida emprende la tarea de restauración y construcción de las capillas de los pueblos. En esa tarea ha pasado largos años dando el ejemplo, arrastrando postes y vigas con su mula, haciendo ladrillos. Las obras no se detienen como tampoco se detiene su atención sacerdotal. Celebra la misa a diario, escucha confesiones tanto en la Villa del Tránsito como en el lugar más remoto de la sierra donde lo soliciten, prepara la catequesis para niños y adultos; siempre se ve con su breviario a cuestas y con un rosario de gruesas cuentas. Cada año marcha varios días a Córdoba para los Ejercicios Espirituales.

Siembra mucho y los paisanos uno a uno se van rindiendo ante el ejemplo de su entrega. A lomo de mula recorre incansable los senderos montañosos y los caminos polvorientos de los llanos para asistir a los enfermos y moribundos, para predicar la palabra divina, para atraer las ovejas descarriadas a la práctica del bien y de la virtud. Su predicación clara y sencilla, acomodada siempre a la capacidad de sus oyentes penetraba profundamente y difícilmente era olvidada. Con paciencia logra reunir 300 o 400 personas y atraviesa la sierra con ellas para alojarse por nueve días de meditación y penitencia en la casa de Ejercicios y este hecho se repite dos veces por año. La práctica religiosa goza cada vez más prestigio así que organiza también tandas de mujeres.

En 1875 empieza en Villa del Tránsito la casa de Ejercicios y cuenta de entrada con la colaboración incondicional de la gente. En dos años la obra está terminada y 700 varones llenan las piezas y los patios. A esta primera tanda sigue una de mujeres de igual número y hasta la muerte de Brochero pasaron por la santa Casa más de 70.000 personas. Para llenar las exigencias de las poblaciones locales postergadas funda un gran colegio para niñas y a tal fin recorre toda la provincia, levantando suscripciones en dinero, en hacienda o cualquier otro objeto de valor. En 1880 se inaugura el colegio con las alumnas que en poco tiempo llegan a 200, entre ellas 50 internas.

Es enorme la proyección y la irradiación de estas obras del cura gaucho. Pero Brochero es esencial- mente un cura catequista que con habla llana y franqueza serrana, donde abundan las imágenes del mundo campestre, inflama a todos. Todos los días reza la misa también en los lugares más impervios (tiene el permiso para hacerlo) y desgrana sus grandes cuentas bajo el poncho. Nombrado canónigo en 1898 vive en Córdoba y es ejemplo preclaro de piedad. Pero después de tres años vuelve al curato del Tránsito y sacándose la muceta dice: "Este apero no es para mí lomo". En diciembre de 1902 de nuevo se hace cargo de la parroquia, aunque no está bien de salud. Por eso delega tareas a los de- más para terminar capillas, caminos, puentes, canales de irrigación y el deseado ferrocarril entre Soto y Villa Dolores.


En 1906 se confirma la lepra y la ceguera, aceptada con ejemplar abandono; renuncia a la parroquia y pasa en el Tránsito los últimos días rezando rosarios y comulgando, entrega el alma al Creador el 26 de enero de 1914.





Todos en audiencia con el Papa

PAPA FRANCISCO
Tres cardenales y el padre de la teología de la liberación se reunieron con Bergoglio 
REDACCIÓN
ROMA

Papa Francisco recibió esta mañana en audiencia a los cardenales Mauro Piacenza, Prefecto de la Congregación para el Clero, a Manuel Monteiro de Castro, Penitenciario Mayor, y a Giuseppe Betori, Arzobispo de Florencia. Lo indicó la Sala de prensa vaticana de la Santa Sede.

Tuvo una audiencia con Francisco también José Miguel Insulza, Secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA) desde 2005; el político formó parte de la coalición Unidad Popular que llevó a la elección presidencial de Salvador Allende, experiencia interumpida por el golpe militar de Augusto Pinopchet (el 11 de septiembre de 1973).

Ayer por la tarde Bergoglio también recibió, en Santa Marta, a Gustavo Gutiérrez, histórico teólogo peruano y padre de la teología de la liberación, en un clima de reconciliación (después de las polémicas de las últimas décadas) con esta corriente teológica que nació en América Latina. 

“L’Osservatore Romano” publicó anteayer una entrevisya de Ugo Sartorio con Gutiérrez, en la que, entre otras cosas, el teólogo peruano afrontó el tema de las dos instrucciones de 1984 (“Libertatis nuntius”) y de 1986 (“Libertatis conscientia”), publicadas por el Vaticano cuando dirigía la Congregación para la Doctrina de la Fe el cardenal Josef Ratzinger. Estos documentos (en particular el primero) estigmatizaron algunas posturas de la teología de la liberación, pues sufrió algunas influencias del análisis marxista.


«A veces estos textos no han sido interpretados correctamente», dijo Gutiérrez al periódico de la Santa Sede. «Por ejemplo, en la primera instrucción se afirmaba que después se habría elaborado un documento más positivo. Una forma para decir que aquel era un texto negativo, que solo consideraba los errores. El deber del Magisterio es hacer observaciones, aunque en el primer documento se habla de la teología de la liberación de manera demasiado general. La teología de la liberación está hecha de nombres y de personas, no de ideas arrancadas de su contexto. La segunda instrucción vaticana trata de comprender mejor el sentido de esta teología. Pero todo esto pertenece al pasado, porque hoy la teología de la liberación es más conocida y, por lo tanto, más apreciada que en el pasado»






Las Iglesias Orientales se unen al Papa y piden el fin de la violencia en Siria

Nos unimos en la oración por la paz

28 de agosto, 2013. (Romereports.com) La Congregación para las Iglesias Orientales, a través del diario l'Osservatore Romano, ha emitido un comunicado sobre Siria. Piden el fin de la violencia y que Dios ilumine la conciencia de los mandatarios. Las Iglesias Orientales indican que hanintensificado la oración por el país en estos momentos en los que la situación se agrava. 
Aseguran que el fuerte llamamiento que hizo por la paz en Siria el Papa ha dado consuelo a toda la población del país, e insisten en que la “reconciliación ha de ser más fuerte que la voz de las armas”.

“Con inmensa tristeza pero con esperanza, los católicos orientales se unen en oración al Papa en la certeza de que Dios no abandonará esta tierra santificada desde el inicio de la Redención”, dice el comunicado. Concluye con recordando a la Comunidad Internacional que ha de prevalecer la justicia, la reconciliación y los derechos sociales, personales y religiosos de toda la población de Oriente Medio.



Mensaje del Papa Francisco por Corpus Christi


Texto completo de la homilía del papa Francisco en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (30 de mayo de 2013)

Queridos hermanos y hermanas:

En el Evangelio que hemos escuchado hay una expresión de Jesús que me sorprende siempre: “Denles ustedes de comer” (Lc. 9,13). Partiendo de esta frase, me dejo guiar por tres palabras: seguimiento, comunión, compartir.

1. Ante todo: ¿quiénes son aquellos a los que dar de comer? La respuesta la encontramos al inicio del pasaje evangélico: es la muchedumbre, la multitud. Jesús está en medio a la gente, la recibe, le habla, la sana, le muestra la misericordia de Dios; en medio a ella elige a los Doce Apóstoles para permanecer con Él y sumergirse como Él en las situaciones concretas del mundo. Y la gente lo sigue, lo escucha, porque Jesús habla y actúa de una manera nueva, con la autoridad de quien es auténtico y coherente, de quien habla y actúa con verdad, de quien dona la esperanza que viene de Dios, de quien es revelación del Rostro de un Dios que es amor. Y la gente, con gozo, bendice al Señor.

Esta tarde nosotros somos la multitud del Evangelio, también nosotros intentamos seguir a Jesús para escucharlo, para entrar en comunión con Él en la Eucaristía, para acompañarlo y para que nos acompañe. Preguntémonos: ¿cómo sigo a Jesús? Jesús habla en silencio en el Misterio de la Eucaristía y cada vez nos recuerda que seguirlo quiere decir salir de nosotros mismos y hacer de nuestra vida no una posesión nuestra, sino un don a Él y a los demás.

2. Demos un paso adelante: ¿de dónde nace la invitación que Jesús hace a los discípulos de saciar ellos mismos el hambre de la multitud? Nace de dos elementos: sobre todo de la multitud que, siguiendo a Jesús, se encuentra en un lugar solitario, lejos de los lugares habitados, mientras cae la tarde, y luego por la preocupación de los discípulos que piden a Jesús despedir a la gente para que vaya a los pueblos y caseríos a buscar alojamiento y comida (cfr. Lc. 9, 12). Frente a la necesidad de la multitud, ésta es la solución de los apóstoles: que cada uno piense en sí mismo: ¡despedir a la gente! ¡Cuántas veces nosotros cristianos tenemos esta tentación! No nos hacemos cargo de la necesidad de los otros, despidiéndolos con un piadoso: “¡Que Dios te ayude!”. Pero la solución de Jesús va hacia otra dirección, una dirección que sorprende a los discípulos: “denles ustedes de comer”. Pero ¿cómo es posible que seamos nosotros los que demos de comer a una multitud? “No tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente”. Pero Jesús no se desanima: pide a los discípulos hacer sentar a la gente en comunidades de cincuenta personas, eleva su mirada hacia el cielo, pronuncia la bendición parte los panes y los da a los discípulos para que los distribuyan. Es un momento de profunda comunión: la multitud alimentada con la palabra del Señor, es ahora nutrida con su pan de vida. Y todos se saciaron, escribe el Evangelista.

Esta tarde también nosotros estamos en torno a la mesa del Señor, a la mesa del Sacrificio eucarístico, en el que Él nos dona su cuerpo una vez más, hace presente el único sacrificio de la Cruz. Es en la escucha de su Palabra, en el nutrirse de su Cuerpo y de su Sangre, que Él nos hace pasar del ser multitud a ser comunidad, del anonimato a la comunión. La Eucaristía es el Sacramento de la comunión, que nos hace salir del individualismo para vivir juntos el seguimiento, la fe en Él. Entonces tendremos todos que preguntarnos ante el Señor: ¿cómo vivo la Eucaristía? ¿La vivo en forma anónima o como momento de verdadera comunión con el Señor, pero también con tantos hermanos y hermanas que comparten esta misma mesa? ¿Cómo son nuestras celebraciones eucarísticas?

3. Un último elemento: ¿de dónde nace la multiplicación de los panes? La respuesta se encuentra en la invitación de Jesús a los discípulos “Denles ustedes”, “dar”, compartir. ¿Qué cosa comparten los discípulos? Lo poco que tienen: cinco panes y dos peces. Pero son justamente esos panes y esos peces que en las manos del Señor sacian el hambre de toda la gente. Y son justamente los discípulos desorientados ante la incapacidad de sus posibilidades, ante la pobreza de lo que pueden ofrecer, los que hacen sentar a la muchedumbre y distribuyen - confiándose en la palabra de Jesús - los panes y los peces que sacian el hambre de la multitud. Y esto nos indica que en la Iglesia pero también en la sociedad existe una palabra clave a la que no tenemos que tener miedo: “solidaridad”, o sea saber `poner a disposición de Dios aquello que tenemos, nuestras humildes capacidades, porque solo en el compartir, en el donarse, nuestra vida será fecunda, dará frutos. Solidaridad: ¡una palabra mal vista por el espíritu mundano!
Esta tarde, una vez más, el Señor distribuye para nosotros el pan que es su cuerpo, se hace don. Y también nosotros experimentamos la “solidaridad de Dios” con el hombre, una solidaridad que no se acaba jamás, una solidaridad que nunca termina de sorprendernos: Dios se hace cercano a nosotros, en el sacrificio de la Cruz se abaja entrando en la oscuridad de la muerte para darnos su vida, que vence el mal, el egoísmo, la muerte. También esta tarde Jesús se dona a nosotros en la Eucaristía, comparte nuestro mismo camino, es más se hace alimento, el verdadero alimento que sostiene nuestra vida en los momentos en los que el camino se hace duro, los obstáculos frenan nuestros pasos. Y en la Eucaristía el Señor nos hace recorrer su camino, aquel del servicio, del compartir, del donarse, y lo poco que tenemos, lo poco que somos, si es compartido, se convierte en riqueza, porque es la potencia de Dios, que es la potencia del amor que desciende sobre nuestra pobreza para transformarla.
Esta tarde entonces preguntémonos, adorando a Cristo presente realmente en la Eucaristía: ¿me dejo transformar por Él? ¿Dejo que el Señor que se dona a mí, me guíe para salir cada vez más de mi pequeño espacio y no tener miedo de donar, de compartir, de amarlo a Él y a los demás?
Seguimiento, comunión, compartir. Oremos para que la participación a la Eucaristía nos provoque siempre: a seguir al Señor cada día, a ser instrumentos de comunión, a compartir con Él y con nuestro prójimo aquello que somos. Entonces nuestra existencia será verdaderamente fecunda. Amén
Discurso del Papa Francisco a los niños y jóvenes estudiantes
 Queridos chicos, queridos jóvenes!
Estoy encantado de recibirles con sus familias, los educadores y los amigos de la gran familia de las Escuelas de los Jesuitas italianos y de Albania. A todos vosotros, dirijo mi afectuoso saludo: ¡bienvenidos! Con todos ustedes me siento verdaderamente “en familia”. Y es una alegría especial la coincidencia de nuestro encuentro con la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Déjenme decirles una cosa en primer lugar que se refiere a San Ignacio de Loyola, nuestro fundador. En el otoño de 1537, yendo a Roma con un grupo de sus primeros compañeros se preguntaron:¿si nos piden quiénes somos, que responderemos? La respuesta fue espontánea: “Diremos que somos la “Compañía de Jesús” (Fontes Narrativa Societatis Iesu, vol 1, p 320-322). Un nombre comprometido, que quería indicar una relación muy estrecha de amistad, de total afecto por Jesús, al que querían seguir sus pasos. ¿Por qué os menciono este hecho? Porque San Ignacio y sus compañeros habían comprendido que Jesús les enseñó cómo vivir bien, cómo dar un sentido profundo a nuestra existencia, que dé entusiasmo, que dé alegría y esperanza; habían entendido que Jesús es un gran maestro de vida y un modelo de vida, y que no sólo les enseñaba, sino que les invitaba a seguirlo por este camino.
Queridos chicos, si ahora les hiciera la pregunta: ¿por qué van a la escuela, qué me contestarían? Probablemente habría muchas respuestas dependiendo de la sensibilidad de cada uno. Pero creo que se podría resumir todo diciendo que la escuela es uno de los ambientes educativos en los que crecemos para aprender a vivir, para ser hombres y mujeres adultos y maduros, capaces de caminar, de recorrer el camino de la vida. ¿Cómo os les ayuda a crecer su escuela? Les ayuda no sólo desarrollar su inteligencia, sino a tener una formación integral de todos los componentes de su personalidad.
Siguiendo lo que nos enseña San Ignacio, en la escuela el elemento principal es aprender a ser magnánimo. La magnanimidad: esta virtud del grande y del pequeño (no coerceri maximo contineri mínimo Divinum este), que nos hace siempre mirar hacia el horizonte. ¿Qué quiere decir ser magnánimo? Significa tener un gran corazón, tener un alma grande, quiere decir tener grandes ideales, el deseo de lograr grandes cosas en respuesta a lo que Dios pide de nosotros, y para ello hacer las cosas bien todos los días, todas las acciones cotidianas, los compromisos, los encuentros con la gente; hacer las pequeñas cosas de todos los días con un gran corazón abierto a Dios y a los demás. Es importante pues cuidar la formación humana destinada a la magnanimidad.
La escuela no sólo les amplía su dimensión intelectual, sino también humana. Y creo que, en especial, los colegios de los Jesuitas cuidan con esmero las virtudes humanas: la lealtad, el respeto, la fidelidad, el compromiso. Me gustaría hacer hincapié en dos valores fundamentales: la libertad y el servicio. Sobre todo: ¡sean personas libres! ¿Qué quiero decir con ello? Tal vez piensan que la libertad es hacer todo lo que se desea, o aventurarse en experiencias-límite para experimentar la emoción y vencer el aburrimiento. Esto no es libertad. Libertad significa saber reflexionar sobre lo que hacemos, saber valorar lo que es bueno y lo que es malo, cuáles son los comportamientos que hacen crecer, significa elegir siempre el bien. Nosotros somos libres para el bien. ¡Y en eso, no tengan miedo de ir contracorriente, aunque no sea fácil! Ser libres de escoger siempre el bien es un reto, pero les hará personas rectas, que saben enfrentar la vida, personas con valentía y paciencia (parresía y ypomoné). La segunda palabra es el servicio. En sus escuelas ustedes participan en diversas actividades que les llevan a no encerrarse en uno mismo o en su pequeño mundo, sino a abrirse a los demás, especialmente a los pobres y necesitados, a trabajar para mejorar el mundo en que vivimos. Sean hombres y mujeres con los demás y para los demás, verdaderos campeones en el servicio a los demás.
Para ser magnánimos con libertad interior y espíritu de servicio se requiere la formación espiritual. ¡Queridos chicos, queridos jóvenes, amen cada vez más a Jesucristo! Nuestra vida es una respuesta a su llamada y ustedes serán felices y construirán bien su vida si saben responder a esa llamada. Sientan la presencia del Señor en su vida. Él está cerca de cada uno de ustedes como compañero, como amigo, que les ayuda comprender, que les alienta en los momentos difíciles y nunca les abandona. En la oración, en el diálogo con Él, en la lectura de la Biblia, descubrirán que Él está realmente cerca. Y aprendan también a leer los signos de Dios en su vida. Él siempre nos habla, incluso a través de los hechos de nuestro tiempo y de nuestra existencia cotidiana: a nosotros nos corresponde escucharlo.
No quiero ser demasiado prolijo, pero una palabra específica quisiera dirigirla también a los educadores: los jesuitas, los maestros, los padres. ¡No se desanimen ante las dificultades que presenta el desafío educativo! Educar no es una profesión, sino una actitud, una forma de ser; para educar es necesario salir de sí mismos y estar entre los jóvenes, para acompañarlos en las etapas de crecimiento, estando a su lado. “Denles a los jóvenes esperanza, optimismo para afrontar su camino en el mundo. Enséñenles a ver la belleza y la bondad de la creación y del hombre, que siempre conserva la huella del Creador. Pero sobre todo den testimonio con su vida de lo que les comunican. Un educador – Jesuita, profesor, operador, padre – transmite conocimientos, valores con sus palabras, pero va a ser determinante con los niños si acompaña sus palabras con su testimonio con su vida coherente. ¡Sin coherencia no es posible educar! Todos ustedes son educadores, no pueden delegar competencias en esta materia. La colaboración en un espíritu de unidad y comunidad entre los diferentes componentes educativos es, pues, esencial y debe ser alentada y alimentada. La escuela puede y debe actuar como catalizador, para ser un lugar de encuentro y de convergencia de toda la comunidad educativa con el único objetivo de formar, ayudar a crecer como personas maduras, simples, honestas y competentes, que sepan amar con lealtad, que sepan vivir la vida como una respuesta a la vocación de Dios, y la futura profesión como un servicio a la sociedad.
A los Jesuitas quisiera añadirles que es importante fomentar su participación en el campo educativo. Las escuelas son una herramienta valiosa para dar una contribución al camino de la Iglesia y de toda la sociedad. El campo de la educación no se limita a la escuela convencional. Anímense a buscar nuevas formas de educación no convencionales, según “las necesidades del lugar, tiempo y de las personas.”
Por último, un saludo a todos los ex-alumnos presentes, a los representantes de las escuelas italianas de la Red de Fe y Alegría, que conozco bien por el gran trabajo que hace en América del Sur, sobre todo entre las clases más pobres.
Y un saludo particular va a la delegación del Colegio albanés de Scutari, que después de largos años de represión de las instituciones religiosas, a partir de 1994 reanudó sus actividades, acogiendo y educando a jóvenes católicos, ortodoxos, musulmanes, e incluso algunos alumnos nacidos en contextos familiares agnósticos. Así la escuela se convierte en un lugar de diálogo y de confrontación pacífica, para promover actitudes de respeto, escucha, amistad y espíritu de cooperación”.
Queridos amigos, gracias a todos por este encuentro. Los encomiendo a la intercesión maternal de María y los acompaño con mi bendición: El Señor siempre está cerca de ustedes, les levanta de las caídas y les empuja a crecer y a tomar decisiones cada vez más altas “con gran ánimo y liberalidad” con magnanimidad. Ad Maiorem Dei Gloriam. (Para mayor gloria de Dios).






Despertar del sueño papal
(Creado el 9 abril 2013 por J. I. González Faus)


J. I. González Faus. Soy de la era del papel y nunca imaginé que esto de las redes pudiera tener tanto poder de difusión. Ello me anima a escribir ahora a cuantos comentaron mi escrito anterior sobre el papa Francisco. A niveles personales sólo he contestado a tres (un hermano jesuita y dos laicos latinoamericanos) que se mostraron más recelosos o críticos. A los entusiasmados, no quisiera hacerles ahora de aguafiestas: simplemente recordar que también las fiestas necesitan agua, para no agostarse.

1. A  toda gran esperanza le es intrínseco el peligro de que “más dura sea la caída”. Atención pues. Los gestos iniciales del papa Francisco han sido muy alentadores, pero hay que tener en cuenta dos cosas: han sido sólo de formas, aunque fueron formas con simbología muy adecuada. Y, si se los mira serenamente, veremos que han sido muy elementales: le comentaba ayer a una amiga que es como si nos entusiasmáramos porque una persona de cuarenta años, que nunca hablaba, de pronto dice claramente papá y mamá; será esperanzador pero ¡son cosas tan de cajón!. (Ello es señal más bien de hasta qué punto estábamos habituados todos nosotros a cosas absurdas).

2. Con el tiempo habrá que ir pasando de las formas al fondo. Y ahí, el hermano Francisco puede tropezar, como mínimo, con cuatro grandes dificultades:

a) La curia romana que resistirá hasta el máximo y tiene enorme poder. No sé si la curia es un nido de víboras como algunos insinúan. No creo que sean malas personas sino más bien víctimas de una estructura que fomenta la intriga y el carrerismo como insinuó el cardenal Martini. Sobre el poder de la curia me comentaba ayer otro amigo que los papas se encuentran en ella como el ciudadano vulgar en sus conocimientos de informática que, de repente, se ve ante un ordenador descomunal que no conoce: si todo el equipo informático (la curia) decide no colaborar (“no sé”, “esto no es de mi competencia”…), el pobre ciudadano se desesperará impotente, como un nuevo Luciani, y como nos ha pasado alguna vez a nosotros con esto de las computadoras.

b) Hay que tener en cuenta que la crisis de la Iglesia no radica sólo en los estamentos institucionales (los llamados “jerárquicos”), sino en infinidad de movimientos de la base eclesial, de corte fundamentalista, que parecen querer servir a Dios como a ellos les gusta y no como Dios quiere ser servido.

c) Hay que contar con que todos los poderes de la tierra, por mucho que asistan a la consagración del obispo de Roma, no desean un mundo más fraterno sino la salvaguarda de lo que ellos consideran sus “intereses vitales”; y que, en defensa de ellos, siempre acaban uniéndose Herodes y Pilatos (o Merkeles y Putins o pongan los nombres que ustedes quieran).

Y finalmente d) se dice, aunque yo no la conozco, que Francisco es conservador en su teología. Habrá que esperar a ver si eso significa algo, pero puede ser bueno tenerlo en cuenta. A mí personalmente, no me ha satisfecho en sus primeras palabras la repetición en hablar “del diablo”. No porque yo niegue su existencia -que tampoco sé tanto como algunos progres seguros- pero sí porque tengo problemas sobre ella y sobre el significado correcto del lenguaje bíblico cuando habla del Enemigo (Satán) o del Separador (dia-bal.lon). La existencia de un ser que junte a la vez, la perfección ontológica de lo personal y la consistencia absoluta del mal, que es la negación misma del ser, no me parece fácil de entender. Prefiero, por eso, el lenguaje neotestamentario del “misterio de iniquidad” (2 Tes 2,7) que pone de relieve esa verdad del mal como misterio que trasciende nuestros niveles de existencia. Hablar así me habría resultado más razonable. Pues, en mi opinión, la enseñanza bíblica sobre el diablo no es “que existe” sino que, si existe, está vencido (lo cual ya no es una verdad meramente de información, sino “por causa de nuestra salud”, como enseña el Vaticano II al hablar de la verdad de la Biblia).

Pero esto es sólo un ejemplo. Lo importante es cobrar conciencia de que las cuestiones de fondo son muy serias y no se arreglan con gestos, por imprescindibles y bonitos que estos sean. Ello nos exige, a la vez, serenidad, esperanza y colaboración pero ningún entusiasmo ciego. Ahora que se acerca semana santa, puede ser oportuno evocar que las multitudes humanas somos así: gritamos un día: hosanna y bendito el que viene en Nombre del Señor, para cinco días después gritar: crucifícale. Jesús nunca fue un optimista a pesar de que traía el más bello de los anuncios (la paternidad de Dios y reinado de la fraternidad); pero, aun sabiendo que somos malos, Jesús se atrevía a esperar que imitemos la bondad del padre Celestial. Ni los partidos de fútbol se ganan gritando simplemente “este partido lo vamos a ganar”, sino encontrando la manera de abrir el cerrojo rival. Pues bien, parodiando a Jesús: “aquí hay mucho más que un partido”.

3. A las dificultades enumerada habrá que añadir la oposición de un sector de la opinión mediática que intentará revolver puntos oscuros. Tras la elección de Bergoglio, en cuanto pude constatar que los media sabían ya de todo, me pareció que lo más evangélico por nuestra parte era no querer ocultar nada (porque eso acaba haciéndonos más daño), sino poner en práctica las sabias palabras de Pablo VI que me recuerda Julín (un cura amigo dominicano): “aceptamos con humildad y reflexión crítica y admitimos lo que se señala con justicia. Roma no necesita ponerse a la defensiva cerrando los oídos a observaciones que proceden de fuentes respetadas, y menos aún cuando esas fuentes son amigas y hermanas”.

En este contexto, las declaraciones de Orlando Yorio, hermano del jesuita torturado y expulsado, me parecen muy dignas de respeto: sólo piden conocer del todo la verdad. Y a ello tienen pleno derecho porque los familiares de una víctima guardan algún deber respecto a ella que es algo distinto del deber de perdonar. (Jalics, en cambio, sigue vivo y plenamente reconciliado y, según he leído, ha modificado algo lo que explicaba en el capítulo V de su libro -Ejercicios de contemplación- aunque sin citar ningún nombre)





No necesitamos ningún encubrimiento porque sabemos bien que la Iglesia se apoya sobre una “roca”, pero una roca agrietada: que negó a Cristo cobardemente, pero a quien Jesús logró cambiar. Pedro fue muy querido en la Iglesia primera que conocía su debilidad. Si hubiera algún pasado que lamentar, entonces estaríamos poniendo en práctica lo que el mismo Francisco nos pidió antes de dar su bendición: que le perdonáremos nosotros a él. Y cabría imaginar una nueva escena evangélica donde los hodiernos Vicarios de Cristo que son los pobres de la tierra le preguntan al sucesor de Pedro “¿nos amas más que éstos?” (más que todos nosotros). Por tres veces y para poder decirle después: “guíanos”. Y quizás añadiendo una nueva pregunta: “¿nos amas más que a éstos?”. Y en “éstos” segundos están todos los poderes económicos de la tierra (banqueros, ejecutivos de multinacionales, millonarios, narcotraficantes, magnates del petróleo …) y otros que quizás asistan a misa y den un pequeño pellizco limosnero a la Iglesia, pero han de ir aprendiendo lo que significa una Iglesia de los pobres y un papa para los pobres, como dijera nítidamente el obispo Bossuet en su impresionante sermón “sobre la eminente dignidad de los pobres en la Iglesia”.

En resumen otra vez: serenidad esperanzada y colaboración. Una colaboración que evite convertir el entusiasmo actual en un gallinero de reivindicaciones insolidarias, donde cada cual va sólo a la suya, y que es una de las razones por las que fracasan tantas reformas posibles.
Vosotros lo veréis. Yo, seguramente, ya no tanto.