AYÚDAME A SER AMIGO DE TODOS
“Señor Jesús, ayúdame a ser amigo de
todos.
Quiero ser un amigo que espere sin cansarse,
que escuche sin fatiga,
que acoja con cariño, que dé con amor.
Quiero ser un amigo incondicional en la
necesidad.
Ayúdame, Jesús, a ser esta presencia
segura a la que se puede acudir cuando se quiera.
Ayúdame a ofrecer amistad conciliadora
que produzca el crecimiento de todos.
Ayúdame a irradiar en la amistad, tu paz.
¡Oh, Jesús! Hazme siempre disponible y
acogedor.
Que tu pensamiento no me abandone, Jesús;
antes bien que permanezca en tu verdad para no quebrantar tu ley de amor.
De este modo, Jesús, sin realizar obras
extraordinarias y sin hacerme el importante, que pueda ayudar a otros a
sentirte más cerca de ellos, porque los amas y eres su amigo en mi amistad.
Amén”
Toma…
Toma una sonrisa
y regálasela a quien
nunca la ha tenido.
Toma un rayo de sol
y hazlo volar hasta allí
donde reina la noche.
Descubre una fuente
y haz que se bañe en ella
quien vive en el fango.
Toma una lágrima
y ponla en el rostro
de quien nunca ha llorado.
Toma el valor
y ponlo en el ánimo
de quien no sabe luchar.
Descubre la vida
y cuéntasela a quien
no sabe captarla.
Toma la esperanza
y vive
en su luz.
Toma la bondad
y dásela a quien
no sabe dar.
Descubre el amor
y dáselo a conocer
al mundo.
(Mahatma Gandhi)
Enséñame a vivir del lado de esta frontera
Enséñame cómo se va a ese país
que está más allá de toda palabra
y de todo nombre.
Enséñame a orar a este lado de la
frontera,
aquí donde se encuentran estos bosques.
Necesito que tú me guíes.
Necesito que tú muevas mi corazón.
Necesito que mi alma se purifique
por medio de tu oración.
Necesito que robustezcas mi voluntad.
Necesito que salves y transformes el
mundo.
Te necesito a ti para todos cuantos
sufren,
para todos cuantos padecen prisión,
peligro o tribulación.
Te necesito para todos cuantos han
enloquecido.
Necesito que tus manos sanadoras
no dejen de actuar en mi vida.
Necesito que hagas de mí,
como hiciste de tu Hijo,
un sanador, un consolador, un salvador.
Necesito que des nombre a los muertos.
Necesito que ayudes a los moribundos a
cruzar el río.
Te necesito para mí, tanto si vivo como
si muero.
Es preciso. Amén.
(Thomas Merton)
Tú eres mi Señor
Si nadie me ama, tu alegría es amarme.
Si lloro, tu deseo es consolarme.
Si soy débil, Tú eres mi fuerza y mi energía.
Si nadie me necesita, Tú me buscas.
Si estoy vacío, tu plenitud me colmará.
Si quiero caminar, Tú vienes conmigo.
Si te llamo, Tú siempre vienes.
Si me pierdo, Tú me buscas sin cesar.
Si estoy cansado, tú eres mi descanso.
Si peco, tú eres mi perdón.
Si te pido, Tú eres don para mí.
Si te necesito, me dices: Aquí estoy
dentro de ti.
Si estoy a oscuras, Tú eres luz para mis
pasos.
Si tengo hambre, Tú eres pan de vida para
mí.
Si soy infiel, Tú eres fiel.
Si quiero conversar, Tú me escuchas
siempre.
Si te miro, veo la verdad de mi corazón.
Si todos me olvidan, tus entrañas se
estremecen recordándome.
Si no tengo a nadie, te tengo a Ti.
Si soy silencio, Tu palabra habitará en
mi corazón.
LA ORACIÓN DEL ABRAZO
La oración
acontece en el corazón de la vida. Como es cuestión de amor, no solo se da en
los rincones, sino allí donde el amor se hace concreto, real. Las historias de
amor que se tejen en la vida cotidiana y que tienen tanto que ver con el
cuidado de la vida debilitada, los gestos de ternura y cariño hacia los
enfermos, la solidaridad con los más pobres de la tierra, son los nuevos pozos
donde beber el agua viva de la experiencia de Dios. Jesús, en la bellísima
parábola del hijo pródigo, nos muestra una imagen del Padre entrañable. Cuando
vuelve el hijo perdido, roto por dentro y por fuera, lo espera un abrazo que lo
sana, lo recrea, le devuelve la dignidad perdida. Eso es oración de abrazo. Así
nos ora y nos crea nuestro Padre Dios. En otro relato impresionante, en otra
parábola, Jesús pinta una escena de abrazo. Un samaritano se desvía de su
camino, vuelve los ojos hacia la orilla del camino y allí ve un hombre
apaleado, al que unos salteadores han dejado medio muerto. Llega donde está el
herido, lo ve de cerca, se conmueve, se acerca todavía más, le venda las
heridas echándoles aceite y vino, lo monta en su propia cabalgadura, lo lleva a
la posa, lo cuida, da dinero al posadero para que lo atienda. Esto es oración
de abrazo. Así nos ora y nos abraza Jesús. En otro pasaje de los evangelios,
sorprendente, Jesús sube al monte y proclama las bienaventuranzas, la carta
magna del proyecto nuevo del Reino. Así queda inaugurado un nuevo orden de
cosas, el viejo mundo deja paso a un mundo nuevo donde los valores son
radicalmente distintos. Las bienaventuranzas son la más hermosa oración de
abrazo. Así
nos ora y nos abraza
con sus dones el Espíritu. La oración de abrazo sigue abierta, para que la
continuemos cada uno de nosotros. Las nuevas pobrezas llaman a la puerta del
corazón. No es fácil hacerla. ¿Cómo descubrir en los cuerpos desnudos de
belleza y oscuros de esperanza una claridad que nos alumbra? ¿Cómo vislumbrar
un corazón donde todos ven lodo? ¿Cómo despertar la gracia en los desgraciados?
¿Cómo levantar del polvo a los desvalidos y alzar de la basura al pobre?
Necesitamos nacer de nuevo, nacer del Espíritu. “Para que haya fuentes en el
desierto tiene que haber pozos escondidos en la montaña” (Abbé Pierre). En la
oración del abrazo se da un intercambio de dones. El abrazado recibe dignidad,
recupera la belleza perdida. El que abraza descubre la ternura y la compasión
que llevaba escondidas en el corazón como semillas. Unos y otros pueden decir:
“Me ha hecho el abrazo. Esto ha sido un milagro patente”. El Espíritu nos
enseña a orar. Para ello nos señala a Jesús. Nos invita a estar cerca de Él y a
seguir sus pisadas. Nos mete en su corazón para orar como Él y como Él. Cuatro
pasos para practicar en el día a día la oración del abrazo.
1.- "Al ver
Jesús el gentío”. Jesús va por la vida con los ojos bien abiertos. Ve todo lo
que tiene delante. Ve a la gente, con su dolor y su gozo, con su búsqueda y su
cansancio. Y se encuentra con muchas miradas: cercanas y distantes,
autosuficientes o de súplica, desconfiadas o amigables. Jesús es un
contemplativo de los mil rostros que habitan nuestro mundo. Pero es más, Jesús
es la mirada del `Padre y el "mirar de Dios es amar" (Juan de la
Cruz), por eso no puede mirar sin amar, sin comprometerse con los que tiene
ante sí. La oración del abrazo comienza cuando detenemos nuestra mirada en las
personas que se cruzan con nosotros cada día, de la mañana a la noche.
2.-
"Subió a la montaña”. Jesús, volcado sobre las gentes, tiene también los
ojos del corazón abiertos para mirar al Padre. Siempre encuentra tiempo para
irse a estar con Él. Sube al monte, para orar, para entrar en intimidad con su
Abbá. Y en ese diálogo de amor, el Padre le muestra su rostro de misericordia
entrañable y de cariño para todos; de modo especial, para esa retahíla de
oprimidos, hambrientos, cautivos, ciegos, los que se doblan, justos,
peregrinos, huérfanos, viudas. Éstos no merecen ni una línea en los medios de
comunicación, pero sorprendentemente sus nombres están tatuados en el corazón
del Padre. A Jesús se le graba todo esto dentro y necesitará gritar desde los
tejados lo escuchado en la intimidad. La oración del abrazo se amasa cuando
contemplamos con calma la ternura y la misericordia del Padre hacia los
últimos.
3.-
"¡Dichosos!". Jesús quiere gritar a todos lo que el Padre le ha
comunicado. Se sienta, para indicar que lo que va a decir es muy importante. Lo
va a hacer con calma, para que su palabra penetre como la lluvia en la tierra.
Se le acercan los discípulos y se pone a hablar enseñándoles. Jesús está feliz
porque sobre los que no cuentan se ha derrochado la gracia. Estando Jesús cerca
no hay tristeza ni hundimiento definitivos. Toda la pequeñez de la tierra se
reviste de fiesta ante su presencia. Jesús pone frente a sí todo lo bajo y
despreciable de este mundo y se atreve a decir algo escandaloso para el
concepto de felicidad que tiene el mundo. ¡Dichosa tu pobreza y tus llantos, tu
hambre y tus gestos de misericordia, tu corazón limpio y ese trabajo tuyo
sencillo pero difícil por la paz, tu estilo de vida aunque te acarree burlas y
persecución... porque todo esto, que a uno le dan ganas de esconder para que
nadie lo vea, lo ha buscado Dios para besarlo, y poner en ello su Reino y su
consuelo, lo ha escogido para nacer él mismo y ser la riqueza y el don más
grande del hombre, de todo hombre! La oración del abrazo se vive cuando miramos
y abrazamos con ternura todas esas situaciones que a uno le dan ganas de no
mirar.
4.-
"Dejaré un pueblo pobre y humilde que confiará en el nombre del
Señor". Este es el regalo que quiere hacer Dios al mundo: un pueblo nuevo
formado por todos los tocados por su dicha. Al frente de este pueblo va Jesús,
verdadera autobiografía de las bienaventuranzas. Siguiéndole muy de cerca, los
santos, innumerables hombres y mujeres de ayer y de hoy, que han abrazado esta
palabra y la han explicado con su vida Y con ellos, nosotros, con un don
inmenso dentro que se convierte en tarea: ser un humilde reflejo del gozo y la
belleza del Padre en medio del mundo. Nuestra oración de abrazo termina siendo
un gesto de ternura, de acogida, de escucha, de mirada bondadosa, de amor
comprometido con todos los pequeños de la tierra. Y nadie mejor que María, que
supo lo que es saberse mirada por Dios en su humillación, para prestarnos su
cántico, el de todos los humildes enaltecidos y el de todos los hambrientos
colmados.
Llamado
del Papa a orar por la paz en Siria
“Queridos hermanos y
hermanas, buen día.
Hoy quiero hacerme
intérprete del grito que sube desde cada parte de la tierra, desde cada pueblo,
del corazón de cada uno, de la única gran familia que es la humanidad, con
angustia creciente: es el grito de la paz.
Es el grito que dice
con fuerza: queremos un mundo de paz. Queremos ser hombres y mujeres de paz.
Queremos que en esta sociedad nuestra, destrozada por divisiones y conflictos
estalle la paz.
¡Nunca más la
guerra, nunca más la guerra! La paz es un don demasiado precioso que tiene que
ser promovido y protegido.
Vivo con particular
sufrimiento y preocupación las diversas situaciones de conflicto que hay en
nuestro mundo, pero en estos días mi corazón está profundamente herido por lo
que está sucediendo en Siria y
angustiado por las
dramáticas perspectivas que se perciben.
Dirijo un fuerte
apelo por la paz, un apelo que nace del interior de nosotros mismos. ¡Cuanto
sufrimiento, cuánta devastación, cuánto dolor llevó y lleva el uso de las armas
en este martirizado país. Especialmente entre la población civil e inerme.
Pensemos cuántos niños no podrán ver la luz del futuro.
Con particular
firmeza condeno el uso de las armas químicas. Les digo que tengo aún fijas en
la mente y en el corazón las terribles imágenes que vi en los días pasado. ¡Hay
un juicio de Dios y también un juicio de la historia sobre nuestras acciones
del que no se puede huir!
El uso de la
violencia nunca trae la paz. La guerra engendra guerra, la violencia engendra
violencia. Con toda mi fuerza pido a las partes en conflicto que escuchen la
voz de la propia conciencia, de no cerrarse en los intereses propios, pero
mirar al otro como a un hermano y de tomar con decisión el camino del encuentro
y del diálogo, superando la ciega contraposición.
Con la misma fuerza
exhorto también a la comunidad internacional de manera que haga un esfuerzo
para promover, sin ulterior indulgencia, iniciativas claras por la paz en ese
país, basadas en el diálogo y la negociación, en el bien de la población siria.
No sea ahorrado ningún esfuerzo para garantizar asistencia humanitaria a quien
fue golpeado por este terrible conflicto. En particular para los desplazados en
el país y a los numerosos prófugos en los países vecinos. A los operadores
humanitarios empeñados en aliviar el sufrimiento de la población, le sea
asegurada la posibilidad de dar la ayuda necesaria.
¿Qué podemos hacer
nosotros por la paz en el mundo? Como decía el papa Juan, a todos nos
corresponde la tarea de recomponer la relación de convivencia en la justicia y
el amor. Una cadena de empeño por la paz una a todos los hombres y mujeres de
buena voluntad.
Y hago una fuerte e
insistente invitación a toda la Iglesia católica y también la extiendo a los
cristianos de otras confesiones, a los hombres y mujeres de cada religión, y
también a los hermanos y hermanas que no creen. La paz es un bien que supera
cualquier barrera porque es un bien de toda la humanidad.
Repito en alta voz:
No es la cultura del enfrentamiento, la cultura del conflicto, la que construye
la convivencia de los pueblos y entre los pueblos; sino la cultura del
encuentro, la cultura del diálogo. Ésta es el único camino hacia la paz. Que el
grito de paz se eleve alto para que llegue al corazón de todos, y todos
depongan las armas y se dejen guiar por el anhelo de paz.
Por esto, hermanos y
hermanas, he decidido convocar a toda la Iglesia, para el 7 de septiembre
próximo -vigilia de la Natividad de María Reina de la Paz- una jornada de ayuno
y oración por la paz en Siria, en el Medio Oriente y en todo el mundo.
Y también invito a
unirse a esta iniciativa, de la manera que consideraren más oportuna a los
hermanos cristianos no católicos, a los que pertenecen a otras religiones y a
los hombres de buena voluntad.
El 7 de septiembre
en la plaza de San Pedro, aquí desde las 19 a las 24 horas, nos reuniremos en
oración y en espíritu de penitencia para invocar de Dios este gran don en favor
de la amada nación siria y por todas las situaciones de conflictos y violencias
en el mundo.
La humanidad
necesita ver gestos de paz y oír palabras de esperanza y de paz. Pido a todas
las Iglesias particulares que además de vivir este día de ayuno, organicen
algún acto litúrgico según esta intención.
A María le pedimos
que nos ayude a responder a la violencia, al conflicto y a la guerra, con la
fuerza del diálogo, la reconciliación y del amor. Ella es madre. Que ella nos
ayude a encontrar la paz. Todos nosotros somos sus hijos. ¡Ayúdanos María a
superar este difícil momento y a empeñarnos cada día, en cada ambiente, en una
auténtica cultura del encuentro y de la paz.
María reina de la
paz, ruega por nosotros. Todos: María reina de la paz ruega por
nosotros".
(Angelus del Papa Francisco Domingo 1° de
Setiembre)
Oración por la paz en
el mundo
Señor
Jesús, tú guías sabiamente
la
historia de tu Iglesia y de las naciones,
escucha
ahora nuestra súplica.
Nuestros
idiomas se confunden
como
antaño en la torre de Babel.
Somos
hijos de un mismo Padre
que tú nos
revelaste
y no
sabemos ser hermanos,
y el odio
siembra más miedo y más muerte.
Danos la
paz que promete tu Evangelio,
aquella
que el mundo no puede dar.
Enséñanos
a construirla como fruto
de la Verdad
y de la Justicia.
Escucha la
imploración de María Madre
y envíanos
tu Espíritu Santo,
para
reconciliar en una gran familia
a los
corazones y los pueblos.
Venga a
nosotros el Reino del Amor,
y
confírmanos en la certeza
de que tú
estás con nosotros
hasta el
fin de los tiempos. Amén.
Paz
Autor: Padre Ignacio Larrañaga
Animarse a la Vida!!!
" A
un antiguo y famoso monasterio llegó cierto día un joven para tomar como guía
al sabio maestro quien lo dirigiría." Mis padres me han advertido que
tenga cuidado contigo ", afirmó el recién llegado.
El sabio
hombre sonrió y dijo : " Ten cuidado muchacho, ten cuidado y te pasará lo
mismo que a tus padres : jamás te sucederá nada muy malo, pero tampoco te
sucederá nada muy bueno. ¿ Es esa la vida que quieres ? - continuó el maestro -
Me inspiran lástima esas vidas tan protegidas, calculadas, sosas que no se
atreven a explorar las nuevas sendas. Es sensato actuar con prudencia, pero se
deja de vivir al confundir la prudencia con la cobardía y al centrarse en lo
que los demás opinan o en lo que dirán."
" Le
viene bien a la existencia - querido muchacho - una buena dosis de sano
atrevimiento y unos cuantos
grados de
locura : Es bueno despertar al niño dormido, saber vivir aventuras y actuar con
espontaneidad porque nada valioso se obtiene sin correr riesgos ".
Quien no
se lanza mar adentro
nada sabe
del azul profundo del agua,
ni del
hervor de las aguas que bullen.
Nada sabe
de las noches tranquilas,
cuando el navío
avanza
dejando
una estela de silencio.
Nada sabe
de la alegría
de
quedarse sin amarras,
apoyado
solo en Dios,
mas seguro
que el mismo océano.
Desventurado
aquel que se queda en la orilla
y pone
toda su esperanza en tierra firme,
la de los
hombres razonables,
calculadores,
seguros de sí mismos,
que
imaginan ser ricos y están desnudos,
que creen
construir para siempre
y solo
amontonan ruinas que siempre les traicionan.
P. Lyonne
Jesús, confío en Vos...
¿Por qué
te confundes y te agitas ante los problemas de la vida?
Déjame el
cuidado de todas tus cosas y todo te irá mejor.
Cuando te
entregues a mí, todo se resolverá con tranquilidad según mis designios.
No te
desesperes, no me dirijas una oración agitada,
como si
quisieras exigirme el cumplimiento de tus deseos,
cierra los
ojos del alma y dime con calma: Jesús confío en Ti.
Evita las
preocupaciones angustiosas y los pensamientos sobre lo que puede suceder,
No
estropees mis planes queriéndome imponer tus ideas.
Déjame ser
Dios y actuar con libertad.
Entrégate
confiadamente en mí, reposa en mí, y deja en mis manos tu futuro.
Dime
frecuentemente: Jesús confío en Ti.
Lo que más
te daña querer resolver las cosas a tu manera.
Cuando me
dices Jesús confío en Ti,
No seas
como el paciente que le dice al médico que lo cure, pero le dice el modo de
hacerlo. Déjate llevar
en mis
brazos divinos, no tengas miedo, yo te amo.
Si crees
que las cosas empeoran o se complican a pesar de tu oración,
Sigue
confiando, cierra los ojos del alma y confía.
Continúa
diciéndome a todas horas: Jesús confío en Ti.
Necesito
las manos libres para poder obrar, no me ates con tus preocupaciones inútiles.
Satanás
quiere agitarte, angustiarte, quitarte la paz. Confía en mí.
Reposa en
Mí.
Entrégate
a Mí.
Yo hago
los milagros en la proporción de la entrega y de la confianza que tienes en Mí.
Así que no
te preocupes, echa en mí todas tus angustias y duerme tranquilo.
Dime
siempre: Jesús confío en Ti, y verás grandes milagros.
Para mí la vida es Cristo...
Jesús mío: ayúdame a esparcir tu fragancia
donde quiera que vaya;
inunda mi alma con tu espíritu y tu vida;
penetra todo mi ser y toma de él posesión
de tal manera que mi vida no sea en adelante
sino una irradiación de la tuya.
Quédate en mi corazón en una unión tan íntima
que las almas que tengan contacto con la mía
puedan sentir en mí tu presencia;
y que al mirarme olviden que yo existo
y no piensen sino en Ti.
Quédate conmigo. Así podré convertirme en luz para los otros.
Esa luz, oh Jesús, vendrá toda de Ti;
ni uno solo de sus rayos será mío.
Te serviré apenas de instrumento
para que Tú ilumines a las almas a través de mí.
Déjame alabarte en la forma que te es más agradable:
llevando mi lámpara encendida
para disipar las sombras
en el camino de otras almas.
Déjame predicar tu nombre sin palabras…
Con mi ejemplo, con mi fuerza de atracción
con la sobrenatural influencia de mis obras,
con la fuerza evidente del amor
que mi corazón siente por Ti.
John Henry Newmann
Toma…
Toma una sonrisa
y regálasela a quien
nunca la ha tenido.
Toma un rayo de sol
y hazlo volar hasta allí
donde reina la noche.
Descubre una fuente
y haz que se bañe en ella
quien vive en el fango.
Toma una lágrima
y ponla en el rostro
de quien nunca ha llorado.
Toma el valor
y ponlo en el ánimo
de quien no sabe luchar.
Descubre la vida
y cuéntasela a quien
no sabe captarla.
Toma la esperanza
y vive
en su luz.
Toma la bondad
y dásela a quien
no sabe dar.
Descubre el amor
y dáselo a conocer
al mundo.
Mahatma Gandh